miércoles, 26 de septiembre de 2012

MOLDAVIA

En Moscú habíamos aprovechado para sacar la visa de Moldavia (uno de los pocos países que la piden).
Por una extraña frontera donde nos recibió un milico ucraniano con un aliento a alcohol que volteaba cruzamos a Moldavia; nuevamente se juntaron los oficiales de turno a observar a Nacho y la foto de su pasaporte con cara de gordo, hasta le preguntaron si el pasaporte era de su hermano!
Llegamos a la capital Chisinau en uno de los días más calurosos del viaje. Esa noche, mientras cenábamos, se nos acercó un chico preguntando si podía sacar unas fotos a la Kombi y hacernos unas preguntas, ya que trabajaba en una revista de autos bla bla bla. Cuando le preguntamos ¿cómo sabía que era nuestra la camioneta? Nos respondió: por su aspecto de hippies (¡?).

                                                                                 

lo atamo con alambre lo atamo



Luego de pasar la peor noche de calor dentro de la Kombi, nos dirigimos en bondi hacia Tiraspol, capital de Transnistria, un país no reconocido que se independizó con ayuda rusa. Tiene su propia bandera, moneda y gobierno autoritario del llamado Sheriff, dueño de las estaciones de servicio y supermercados que se llaman…? ¡si adivino, SHERIFF!

                             
 Llegamos a la frontera con la incertidumbre de saber si lo que habíamos leído era cierto, que piden cualquier guita a los extranjeros para entrar, que es el último bastión comunista de Europa, etc. Bajo la atenta supervisión de la acompañante del chofer para agilizar el trámite fronterizo, estábamos adentro. Sin problemas y más allá de ser una ciudad bastante gris y con algunos monumentos a Lenin, hay autos nuevos y modernos comercios.





Derribado el mito volvimos a Moldavia, como dicen: el país más pobre de Europa, aunque no se nota, salvo en la vestimenta  de las chicas que, parece ser, no les alcanza el dinero para pantalones y vestidos más largos!


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