Cuando entramos a Montenegro, ya anocheciendo, nos dimos cuenta que solo funcionaban las luces de posición (habrá sido por el perro botón que metió la policía croata a olfatear y nos desconecto algo de la precaria instalación eléctrica).
Esto demoró la llegada a Kotor, otra ciudad amurallada sobre la bahía del mismo nombre y con un fuerte en la punta de la montaña. Acá también pudimos combatir el calor en el mar, que de encerrado que está parece un lago.
Por una empinada ruta trepamos por la montaña, hasta llegar a la que fue capital de Montenegro: Cetinje. Por último a su nueva capital Podgorica, la más tranquila de Este y que por suerte tiene un refrescante río que aprovechamos.
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